10.5.06

Milonga para Don Franco de Parque Lezama Lima

Como va la milonga no sé. pero a mí, que soy joven y no vi, ni veré, se pone a mentar que este ritmo es el que lleva. Comienza nombrando al chaval que extiende de a poco los garfios, y comienza a manotear, baila y se va cebando y cuando se siente ya, la reina de la milonga, se pone a tono y se pone pituco y se pone a cantar estas cosas:
Hay un hombre bajo la mesa
Que silva pinturas armonizadas
Y videa un ronco temblor
De filas de hormigas apretadas.

Y este hombre sabe cantar
Las canciones empapeladas
De alto mensaje sensual
Y frivolidad exasperada.

Pone sonrisa y ya sé
Que estoy obnubilado,
No me abandones, ¿sabés?
Quiero tu cuerpo a mi lado.

Hay un hombre bajo la noche
Que de día está bajo la mesa
Y ahora solo el taco puñal
Falta en su ritual de princesa.

Yo le veo llevar
Su llanto emocionado
Cuando se dobla a besar
Las picas de los soldados.

Le conozco sensual,
Blando y armonioso.
Armaría vil jaleo
Si amara a todos los reos

Yo le veo quebrar
el pie en la rumba furiosa
Como un tanguero de antaño
¡Que se exhibe, que preciosa!

Hay un hombre que muere
Sin su nombre de hombre
Y eso lo pone bien,
Porque anida en sus cofres.

9.5.06

Fragmento de "EL SENO DE LA ARDUA CAPUCHA"

A la noche, después de la cena, se nos acercó el Muerto y nos tiró una escoba y una faca en el piso. Elijan, nos dijo. Y los monos de su rancho exhibían sus cuchillos amenazantes. Si elegís la escoba te estás tirando a menos y te van a querer tirar para puta los propios mulos, que son los más necesitados. Pero con un poco de fortaleza se los puede repeler, igual nunca se sabe, si echás para atrás, siempre vas a ir para atrás. De pura diversión ten dan por culo así sin más. Y yo puedo soportar casi todo, excepto eso. Yo agarré la faca y la fui ajustando a la forma de mi mano, en la otra mano me enredé la remera para usarla como escudo. Mientras tanto el Pata y el Rana hacían lo mismo. Como nos había enseñado, nos rodeamos cubriéndonos las espaldas. “¿Sos guerrillero?”, me decía un guaso que tiraba puntadas al aire desde lejos. Los diez pibes nos rodeaban y nos ponían a esperar, a aterrarnos esperando. El Muerto hacía esperar la orden de ataque mientras su armero le decía lo que consideraba. El armero era estratega también. “¿Sos estratega, puto, sos estratega?, vení a pelear vos”, le boqueaba el Pata y se salió del circulo de defensa para encarárselo. Venía con tanto poder que se tragó solo las facas de los otros pibes, que lo miraban aterrados mientras el caía al piso, redondo. El Rana salió a dar pelea y le incrustó la faca a uno de los aterrados y lo cortó al otro. Antes de que pudieran reaccionar, yo guerrillié con uno de los pibes mientras me tapaba de otro, que me tiraba puñaladas ciegas. El Rana me clavó su espalda en la mía y así nos quedamos. Aguantá, vos solamente aguantá, no ataqués, si podés tirá un puñal, pero aguantá.

Estuvimos guerreando un buen rato, aguantando los embates de las facas y el griterío, con los primeros cortazos y la sangre inyectada en nuestros ojos, habíamos impuesto nuestra fuerza de pelea y nadie avanzaba demasiado. Unas puntadas para quebrarnos, solamente, pero aguantábamos. Nos iban a matar si podían, y podían. Pero nosotros le achurábamos dos o tres y no podían permitírselo. Ya salía el sol mientras nosotros aguantábamos, acovachados, cuando el cambio de guardia entró, harto de no dormir e impuso silencio a pura goma. Como vio los tres fiambres, llamó al batallón y entraron a puro garrote, incautaron, calcularon, de todo hicieron y a nosotros dos nos metieron en la heladera, asilados, por no sé cuantos días.
Cuando nos volvieron a llevar al pabellón, sabíamos que iba a ser el final del cuento. No íbamos a poder pasar la noche. No teníamos ni fuerzas para defendernos, la luz nos dejó ciegos después del aislamiento y la falta de comida nos tenía casi esqueletos. Diez días, había calculado Rana, diez días que nunca empezaron y nunca terminaron. Lo mismo hubieran dado cinco u once, incluso todo un año. No pude pensar, no pude hacer más que sentir el olor a mierda y el de mis propias heridas, que estaban todas infectadas.
Nos tiraron al pabellón a la noche. Bien entrada la noche nos tiraron, no podíamos mantenernos en pie. Ajustaban un poco las cuentas y todo el penal volvía a la normalidad.
Ya se sabe, uno por uno se ajustan las cuentas. O dos por uno, para que ya no queden cuentas que ajustar.
El cuchillo del Muerto se clavó en el hombro del Rana antes de empezar a revolverse adentro. Entre los otros me agarraron y me avisaron del después te toca, traté de defenderme pero no podía ni moverme. Una ráfaga nos interrumpió el degüelle, como rayos interrumpieron y nos pusieron atrás, mientras las facas y los ojos se sacaban chispas y la batalla se agrandaba. Me desmayé, prácticamente, me dormí, después de diez días de estar sin movimiento.
Me desperté después, en la salita, al lado del Rana, que cambiaba los canales de la tele. No hay nada para ver.

Me preguntó como andaba y todavía tuvo tiempo de llorar unas lagrimas por El Pata, reventado, y lo acompañé en un rezo por las almas de los que se había cargado, para que no lo siguieran desde la otra vida. Y al Pata yo le eché otro, para que me cuidara la espalda y la de su hermano. Y para que nos cuidáramos el uno al otro. No teníamos nada grave.
Un pibe nos escuchaba desde el fondo. El Rana me lo mentó como Tripero y el guachín se largó con los cantos de la hinchada. Sonreía y tenía medía cara cortajeda. Pero se paró y nos alcanzó unas pastas, estas van de onda para el dolor.
A los del Muerto los mandaron al de Belgrano. Cinco soldados perdió que se llevaron, cinco soldados, nosotros somos siete conmigo. ¿Por que saltaron? Le pregunté porque sabía que nadie le regalaba nada a nadie. El pibe se rió y se dio media vuelta, mientras se iba de la salita murmuró algo y saludó. Cuando vuelvan, pasen para el rancho del Brujo.
El Rana después me contó como venía el asunto. Siempre hubo gresca entre las dos ranchadas, pero como la del Brujo dejaba hacer, nunca pasaba nada. Pero ahora que nos vio que podíamos guerrear bien y que podía sacar la ventaja, aprovechó y atacó. Le salió redonda porque le derivaron medio ejercito y lo dejaron pagando. El brujo igual se quedó en el molde y no jodió más. Dijo que fue por hacerla de cachivache y quedó todo repiola, pero retenso. Si se armaba estaban parejitos.
Ahora el Muerto tenía todas las de perder, se le retobaban los mulos y las putas, los independientes empezaron a buscar la protección del Brujo, que no los rechazaba pero que tampoco les daba mucha cabida para no encender el fuego de la guerra. Pero ya se sabe, todo se venía cebando.
El Tripero era el único del pabellón que aparecía de vez en cuando, como tenía algún problema en los pulmones, salía todos los días para que el doctor lo revisara. Todos los días lo tenían que revisar porque si empezaba a fisurarle la salud, caía redondo. Entonces él pasaba y saludaba y traía las buenas nuevas, como se iba gestando todo. Y siempre alguna pasta de regalo o algo para fumar, siempre algo que ayudara a hacer el aguante en la salita.
Igual no teníamos mucho más que un terrible embole. El doctor, que era estudiante todavía, nos decía que como podíamos estar así, todos picados, nos recomendaba dejar pasar algunas cosas para no estar tan picados. Pero nosotros no ibamos a ir a menos, y mucho menos ahora.
El estudiante se portaba bien, nos hablaba con cuidado sobre las distintas cosas que teníamos que hacer para cuidar la herida y poco más y como curarlas y ver como podía estar bien. Lo decía y no, porque parecía que era algo práctico para ese momento, pero si te ponías a pensar, por ahí lo podías usar para otras veces. Para cuando no tuvieras quien te curara.
El pibe tenía la mejor, menos con el Tripero, al que le desconfiaba. Es que la historia del guachín tiene sus vueltas hasta en las entrañas.

El pibito vino un día en que al Rana lo llevaron a hacer una foto del hombro para ver que onda la herida que tenía, que estaba bien pero acusaba dolor. Igual era pura flojera del Rana porque después no era más que teatro y cagaso. Se había fumado un cacho, le pegó la paranoia y olvidate, entró a sentir más dolor del que existía.
Bueno, el guachín entonces se quedó de compañía y entre unas pitadas y otras me escabulle un secreto, que si le doy un beso en la boca, me deja que me lo monte y yo no podía creer y él me miraba serio, como con ganas. Le dije que no porque desconfiaba y él sacó una pua y me la puso en la garganta. Bueno, pero si levantás la perdiz, fuiste. Y se sentó meio con rabia y me contó que le re cabía que se lo cojan pero el que él quería y que no lo decía en el pabellón por lo que acarrea. Yo soy soldado, me re cabe, pero también me cabe lo otro. Y me acariciaba la pija. Me contó que igual lo usaba para conseguir cosas. El doctor posta le daba masa todos los días, pero no se le paraba bien y terminaba acabando, cuando acababa, en cualquier lado. Así es que se la bancaba por las pastas que le pasaba y otros favores. El doctor estaba a full con él porque se exorcizaba, le decía. Pero él quería que le den masa a full. Me vió discreto y quería aprovechar el momento. A mí de tanto roce se me paró el pito y el guachín se lo clavó adentro de su cuerpo como una estaca y se puso a bailar poseído. Yo no podía más del goce y me vine con todo adentro suyo. Él, mientras tanto, se corría solito encima mío.
Como se vino el guachito, por dios, como se acabó el hijo de puta que hasta yo me preguntaba si no estaría bueno probar un poco de eso. Se bajó y reclamó su beso. Se lo di en medio de su boca y me dijo algo de hasta la próxima. Ahí nomás su cara era la del guachín de siempre, re tripero.Parece que al médico estudiante le dijo algo parecido pero no funcionó. Se hacía el pulenta y el ético y eso lo hizo cagar, a la larga. Porque historias como la del Tripa hay a kilos, pero si te cazan moviéndote a un pibe al que tenés que cuidar y bueno... aunque el pibe quiera vos re fuiste.

(Este es un fragmento de El seno de la ardua capucha, de próxima publicación, próxima en un futuro de algún día, de cuando se pueda)

Raro

Para Nahuel Perez Biscayart

Me gusta la gente rara,
No sé por qué es así.
Yo no soy raro ni nada,
Pero me gusta la gente así,
Rara bien rara.

No lo extremistas del frekismo,
Porno-exhibicionistas en red.
No esos tan modernos,
Mega-freaks que en la rave poseídos
Son todos el mismo.
Y no son raros,
Es la novedad que todavía innova,
Y no son raros,
Están a la moda.

Y a mí me gusta la gente rara
La gente de cara rara
o raro gusto original,
la misma gente rara
que rarea en pantuflas lejanas
que rarea en trajes convencionales
¡que es rara!

Me gusta la gente
Fea
Buena
Debil
Insana
La gente más rara.

Esa gente de lo más rara
Que tiene actitudes raras
Y no esa gente de ahora
Que se hace la loca
Que se hace la rara
Y pura actitud
¡Ah, juventud!
Mucha actitud
Y atrás non hay nada.

La gente rara tiene algo para decir
Y lo que dicen es raro.
Y no son diferentes,
Son raro.

Raro, no rarito
(se aceptan putos con arito)
Raro, no loquito
Raro, bueno, sí,
Raro, bien bien raro.

Raro es extraño.
Amo lo extraño.
Si no lo tengo lo extraño
Y me siento raro, raro, raro, raro, raro, raro, raro, raro...

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(Como Nahuel, tan pero tan raro, tan pero tan hermoso)